Por: Juan Barreto
La judicialización de la política es una práctica de rasgo fascista, porque liquida al adversario convirtiéndolo en enemigo de la sociedad y desde ahí, negando el debate y la posibilidad de acuerdos.
Al adversario se le derrota políticamente.
Al enemigo se le confronta. Y al enemigo de la sociedad,el delincuente, se le reduce, somete, elimina.
Así actúan y así han actuado todos los regímenes políticos de corte autoritario con rasgos fascistas. De ese modo, liquidan la diferencia política y la reducen a persecución de la delincuencia.
Eso lo hemos visto en casos que comprometen la reputación y el honor de luchadores políticos. Se pretende despojarlos de su condición de personas beligerantes para convertirlos en delincuentes. De esta manera, se le despoja de su capacidad argumental y se convierte al sujeto en un individuo violador de la ley al que no le asiste ningún tipo de razón política ni le acompaña ningún proyecto. Sun Tzu en El arte de la guerra decía: “destruye la reputación de tu enemigo y vencerás”. Este tipo de práctica subalterna la encontramos en regímenes que basan su legitimidad en el ejercicio de la fuerza bruta impuesta sobre la ciudadanía. Así, encontramos regímenes que apresan a obreros, encarcelan líderes sindicales, desprestigian y persiguen líderes sociales y políticos, con el único objetivo de deslegitimar sus argumentos y ponerlos fuera de juego en términos de ejercer la violencia del estado al servicio de una facción política dominante.
Esta práctica la hemos combatido, la enfrentamos y la confrontaremos siempre.
Cuando esta práctica se hace cotidiana e invade el ámbito internacional se torna mucho más peligrosa, porque entonces se impone la ley del más fuerte y se aplasta la soberanía de cualquier país, so pretexto de la persecución de un delincuente.
Las leyes nacionales del país más fuerte se hacen por vía de hecho, supra nacionales y solapan los tratados internacionales, desconociendo tratados e instituciones y vulnerando la autonomía del sistema legal de cada nación. De esta manera, ya no sólo se persigue a revolucionarios sino que este criterio también se aplica a cualquier funcionario de estado con el que un país poderoso tenga alguna diferencia.
De este modo, el chantaje y el aplastamiento por vía de la judicializacion de la política sustituye todo el marco legal institucional global.
No podemos sustituir los principios de manera acomodaticia.
Es decir, como ahora, en este caso se trata de la persecución y judicializacion de un sujeto que es mi adversario, entonces, ¡muy bien hecho y todo vale!
No. Hacer esto, actuar de esa manera, socava las bases de nuestra soberanía y liquida al derecho internacional como marco regulador de las relaciones entre pueblos, gobiernos y países.
Además, cuando un estado poderoso se erige como policía del mundo, fiscal, juez y verdugo a la vez, viola derechos humanos fundamentales como la presunción de la inocencia y el derecho al debido proceso. Entonces no importa si la emprende contra nuestro peor enemigo. La conducta de la gente justa y honrada es salirle al paso, desde los principios, a la arremetida contra el marco legal. Entonces no se trata de defender a Maduro o a su corte. Se trata de defender lo que siempre hemos defendido:
principios y valores universales que nos hacen confrontar cualquier injusticia, aunque esta se ejerza sobre gente que no nos gusta.
A muchos les puede parecer que asumir esta postura es defender a Maduro. Revisen entonces que entienden por justicia…¿un proceso de venganza?
O, por el contrario, ¿procedimientos ajustados a criterios universales derivados de valores y acuerdos inter subjetivos que dan forma a las leyes?
¿Qué queremos? ¿Que una superpotencia se salga con la suya y arrase con la soberanía, so pretexto de algún presunto delito de algún funcionario?
Nosotros creemos que el gobierno de Maduro ha sido el peor gobierno de la historia cívico republicana de nuestro país. Pero, así como los venezolanos no somos quien para salir a arreglarles la casa a argentinos, chipriotas, turcos o colombianos, tampoco nadie debe entrometerse en los asuntos internos de Venezuela.
Podríamos decir entonces, que como Trump, según muchos norteamericanos, es un mal presidente, cualquier otro país puede intervenir en los asuntos internos de EEUU para sacar a Trump del gobierno?
Aquí en Venezuela hay una oposición radical que fracasó en su intento por derrocar al gobierno. Abandonó la vía constitucional, pacífica y democrática para confrontar a este mal gobierno. Tomó la ruta abstencionista e insurreccional y fracasó, perdiendo todo su capital político y terminó hipotecada a los intereses de una super potencia. Hoy, los dirigentes de esa corriente, casi todos convertidos en funcionarios a sueldo de otro pais, claman por una intervención y aplauden cualquier iniciativa de sus patronos. A falta de apoyo popular buscan cualquier forma violenta, por extraterritorial, ilegal o intervencionista que sea. Esas mismas fuerzas son las que creen que con las acusaciones del fiscal general de los Estados Unidos contra Maduro y su corte, se adelanta una salida. No entienden ni les importa el daño que esa política pueda reportar a Venezuela como país soberano ni el delicado precedente internacional que marca.
Nosotros, Bolivarianos, demócratas convencidos, seguiremos trabajando por construir una nueva mayoría que logre salir de este mal gobierno por la vía pacífica y democrática sin dañar nuestra soberanía. Rechazaremos SIEMPRE, cualquier intento de socavar nuestra soberanía y apelaremos a la razón y al derecho por la vía del fortalecimiento de instituciones legítimas para desde ahí hacer justicia. Los delitos que pudiera presuntamente cometer cualquier ciudadano deben ser remitidos a sus tribunales nacionales naturales o, en su defecto, presentados ante el sistema internacional de justicia, en expedientes debidamente configurados, con la carga de la prueba por delante y garantizando todos los derechos y condiciones para la defensa del acusado.
De lo contrario se trata de una vil manipulación de la justicia con inconfesables objetivos políticos, que debemos rechazar con fuerza.
Hay un principio bíblico que dice: “no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti” y eso debería tomarlo en cuenta el gobierno, la oposición y el Sr Trump.